Cuando sufrimos un ataque de pánico podemos sufrir diversos síntomas como mareo, sensación de ahogo, taquicardia, temblores, rigidez muscular, presión en la cabeza, etc que suelen ir acompañados por sensación de muerte inminente o miedo a volverse loco. Estas sensaciones son tan fuertes y se viven con tanto miedo que las personas que los sufren suelen desarrollar una preocupación constante por la posibilidad de que les vuelva a pasar.
La ansiedad se convierte en el centro de sus vidas y ya nada vuelve a ser lo mismo. Siempre preocupados por la posibilidad de sufrir más crisis intentan evitar todas aquellas situaciones, lugares, personas e incluso síntomas físicos que pueden provocarnos un nuevo ataque. Este miedo a diversas situaciones en las que es difícil escapar o ser ayudado es la evolución del Trastorno de pánico con agorafobia.
Empezamos a hacer pequeños cambios en nuestra vida intentando no sufrir ansiedad y poco a poco sin darnos cuenta cada vez tenemos más ansiedad y cada vez estamos más aislados, en algunos casos las personas pueden llegar a no salir de casa o hacerlo solo acompañados.
Otras situaciones más comunes suelen ser no ir a un restaurante a cenar porque hay mucha gente, no ducharme sola en casa por si me mareo, no ir en metro o autobús, no conducir, no tener relaciones sexuales por si me altero, no salir sin las pastillas de casa, no tomar el sol... En definitiva... ¿Y si me da un ataque de pánico?
Así acabamos en un círculo vicioso en el que cuanto más miedo tenemos a un ataque y más nos protegemos más ansiosos estamos, más preocupados y más agobiados. Las soluciones que intentamos poner para estar a salvo se acaban convirtiendo en el propio problema y seguimos teniendo miedo. ¿Y si probamos todo lo contrario?
El tratamiento de elección y de probada eficacia para este problema es la TERAPIA COGNITIVO CONDUCTUAL. Con este método no sólo conseguiremos exponernos a las situaciones y sensaciones físicas de ansiedad, sino cambiar ideas y creencias que tenemos relacionadas con el miedo y con nosotros mismos, puesto que el problema en el fondo nace de una profunda sensación de vulnerabilidad e inseguridad.